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Titánica victoria de la legión del cielo

  • Paris, Alejo
  • 8 nov 2017
  • 3 Min. de lectura

En la guerra de los titanes contra los dioses, fueron los dioses quienes ganaron. Liderados por Zeus, quien derrotó a su padre, el titán Cronos -como lo había predicho el Oráculo-. Cronos, gobernante en la época dorada, había consultado al Oráculo y este le había comunicado que uno de sus hijos lo iba a derrotar. Entonces, decidió comerse a todos los hijos que tuviera y así evitar el porvenir revelado. Pero fue Era, madre de Zeus, quién engaño a Cronos para salvar a su hijo, y cumplir con el designo. El destino es ineludible.

Pero, la mitología nos da un guiño de compañerismo entre los mortales y los titanes. Como cuando Prometeo -el amigo de los mortales- robó el fuego sagrado del conocimiento a los dioses para dárselo a los hombres, Zeus lo condenó. Luego del triunfo de los olímpicos en la titanomaquia, muchos otros titanes fueron condenados. Entre ellos, un hermano del amigo de los mortales, Atlas fue condenado a cargar al mundo sobre sus espaldas por toda la eternidad.

El hermano del amigo de los mortales, también es amigo de los mortales. Buenos Aires, 10 de octubre de 2009. Se libra una batalla donde hay mucho en juego, o quizás nada, depende quien observe. La legión del cielo batalla contra los guerreros del Sol, los celestiales necesitan el vencer para ir en buscar de la conquista del mundo. Los guerreros del Sol se plantan bien en el campo de batalla, pese a la hostilidad de las tierras enemigas. El artillero francés golpea primero para la legión del cielo. Los guerreros del sol, desconcertados. Pero los del Inca tenían que reaccionar, y reaccionaron. Emparejaron la batalla y toda esperanza de triunfo parecía diluirse para los del cielo. No parecía posible que la legión del cielo se quedara afuera de una nueva batalla por la conquista del mundo, más aun teniendo en cuenta quien era su estratega. Alguien que, como Zeus al frente de los olímpicos, sabía lo que era conquistar el mundo. Pero hasta para él parecía todo terminado. Había comenzado a llover, y el clima parecía alinearse con el destino aparente, la legión no tenía respuestas y en el coliseo se oía el murmullo del pueblo. Llovía cada vez más fuerte, y al igual que Zeus con Atlas, Diego Maradona condenó a Martín Palermo a la tarea de soportar el peso de un mundial sobre sus hombros. Y como Atlas fue hermano del amigo de los mortales, Martín Palermo “El Titán del gol” fue amigo de los mortales, soportó el peso y nos metió en el mundial en una noche inolvidable para él y para la legión del cielo.

“Uno de mis secretos fue la perseverancia. Nunca bajé los brazos, y esa fue una de mis virtudes”. Palermo al igual que Atlas nunca bajó los brazos. Pero no fue Atlas porque no bajó los brazos por estar cumpliendo una condena sino por voluntad, compromiso, y optimismo. No fue Atlas porque no fue un titán. El titán del gol fue un mortal como nosotros, sufrió y lloró como todos nosotros aquella noche. La condena de tener el mundo en sus espaldas nunca existió para Palermo, porque la única condena ineludible de los hombres es la libertad, la libertad de modificar los guiones del destino. Por eso el titán del gol nunca tuvo que soportar el mundo sobre sus hombros, aquella noche inolvidable Martin Palermo cambió el guion de la película y abrazó la clasificación al mundial. El titán del gol cambió suplicio por felicidad.

 
 
 

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