top of page

Paz y orgullo

  • Paris, Alejo
  • 3 jul 2018
  • 3 Min. de lectura

10 de Junio de 2006, Hamburgo. Lejos de casa, los elefantes querían ser estampida. Los últimos años no habían sido amables para ellos, pero ahora esperaban que semejante acontecimiento los pudiera por fin unir. Por otra parte, en Francia se preparaban para su epílogo algunos guerreros de una generación que pagó con una copa del mundo a una nación que había esclavizado a sus ancestros.

Didier Drogba había llevado a los elefantes a participar en su primera copa del mundo, su éxito tuvo una doble virtud. Además del logro deportivo, Drogba fue embajador de la paz en medio de la guerra civil azotaba a su país. A través de diversas estrategias, acompañadas del éxito deportivo y del impacto mundial de su estrella, la selección de fútbol de Costa de Marfil había logrado lo imposible. No se trató de la clasificación al mundial por primera vez, sino a terminar con 5 años de fuego permanente entre marfileños cristianos y marfileños musulmanes.

El francés Zinedine Zidane, de ascendencia argelina, había decidido volver a jugar con los galos para despedirse del fútbol en la fiesta grande de la copa del mundo. Junto a él se despedirían otros, quebrándose así una generación de hermanos de ascendencia africana, que había defendido como nadie la camiseta del país que había esclavizado a sus abuelos. El inicio del mundial fue para Zizou una siesta de jubilado, hasta que se enteró que todavía le quedaba un mes de jugador profesional. En los cuartos de final, Francia se encontró con Brasil –que era candidatazo- y Zidane despertó de su letargo. Desplegó el mejor fútbol que ese torneo amarrete ofreció. Francia fue una orquesta y Brasil, tristeza sin fin; la Marsellesa se oiría en las semifinales. Allí, Portugal sería la víctima de una Francia que había encontrado su ritmo.

Alemania 2006 fue un cachetazo a la historia. El fútbol ya no es solo un deporte y, además de un instrumento infernal del capitalismo, a veces también es justicia poética. La cuna del engendro más terrorífico de la humanidad vio ser protagonistas, en sus propias tierras, a quienes aquel engendro despreciaba; pasó otra vez, como Jessy Owens en Berlín antes del terror. A cara lavada o disfrazada, los de las sombras estuvieron ante los reflectores.

Didier Drogba no logró pasar de ronda con los elefantes, consiguió algo mejor; una tregua en la guerra civil de Costa de Marfil. Zinedine Zidane, que había sido elegido balón de oro de esa copa antes de la final, no consiguió ser campeón del mundo. Fue expulsado en el partido final por responder con un cabezazo al pecho a un insulto racista de un defensor italiano que no merece ser protagonista. La FIFA cumplía con el inicio de su plan de exterminio a los distintos, en un lugar que parecía la tierra prometida. Zizou terminó su carrera con una expulsión, y fue víctima de una fría lluvia de críticas. Pero ni la tarjeta roja, ni la lluvia de críticas pudieron apagar la hoguera de orgullo de sus raíces.

En Drogba y en Zidane, África parecía anunciarse con paz y orgullo para la próxima copa del mundo -la primera en ese continente-. Lamentablemente, la FIFA estaba muy preocupada por el fraude a ejercer y las arcas a fortalecer para pensar en la esencia deportiva y en los balones de oro a la paz y al orgullo.

 
 
 

Comments


Últimos artículos
Seguinos en
  • Facebook Basic Square
  • Twitter Basic Square

Compartí este artículo

Dejanos tu comentario

© 2015 Enfermos X el futbol.

Suscribite para recibir actualizaciones

¡Felicitaciones! Estás suscrito

bottom of page